Dice Víctor Roura:
“Hablar de la ética en la cultura de la prensa podría resultar una redundancia, de no ser porque la realidad, el acto concreto, nos indica que, en efecto, en la misma práctica estas tres figuras a veces caminan por rutas demasiado separadas, distantes, aisladas unas de otras”.
En efecto: Cultura, Ética y Prensa son tres conceptos en los que se apoya el autor del presente texto para sumergirse en el mundo de la comunicación, desde el ámbito del periodismo cultural, con la idea de trazar una ruta del conocimiento que ayude a las nuevas generaciones de periodistas en México a comprender la teoría de estas nociones, desde el origen de la escritura, la cultura, los pensamientos éticos y la prensa, hasta lo que hoy se conoce como el Periodismo Moderno o del Siglo XXI, amenazados por el descubrimiento y auge de la red internáutica.
Roura divide en dos partes su obra: en la primera, según describe en la Introducción, hace un breve repaso de la historia de las ideas, los hallazgos, las conquistas y las exploraciones que han conducido a la comunicación de los hombres, mientras que en la segunda parte, mediante un diccionario con cerca de 250 entradas, aborda la práctica inmediata del periodista en su quehacer cotidiano.
El objetivo de este texto, según se puede percibir, es que el periodista actual esté dotado de toda la gama de conocimientos e investido de principios y valores que le permitan desarrollarse con independencia y se aleje de toda práctica de corrupción.
Comienza citando a dos grandes pensadores: Canek, quien, según Ermilo Abreu Gómez (1894-1971), afirmó: “nunca los hombres concilian sus opiniones”, y Fernando Savater (1947), quien dijo: “En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo en todo”.
Savater dice, efectivamente, que esta premisa fundamental de la ética angustia a una profesión como la periodística, y señala que aún cuando varios periodistas cubran un mismo evento, cada uno tiene una interpretación distinta de los acontecimientos. “Cada uno –puntualiza- tendrá su punto de vista, que se enriquecerá si el testigo es portador de una vasta cultura o se verá empobrecido si el informador acumula una serie de deficiencias educativas”. Esto, de acuerdo con Savater, refleja la importancia de que el periodista, hoy en día, esté dotado de todas las capacidades cognitivas y prácticas para el mejor desempeño de sus funciones ante la sociedad.
Roura hace también un repaso del pensamiento de los grandes clásicos, desde Aristóteles, Sócrates, Platón, Cicerón, Séneca, y hasta de los pensadores de la era cristiana como Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aguino, que escribieron diversos tratados sobre la ética, con el fin de hacer comprender que el periodista necesita estar dotado de buenas costumbres para poder imprimir un equilibrio a la hora de informar, puesto que, de acuerdo con Aristóteles, su carácter es la tendencia hacia lo que es justo medio en los afectos y en los actos. De acuerdo con esto, dice Roura, cada informador debe comportar una deontología (dean = obligación, deber, logía = conocimiento, estudio) periodística para así, con voluntad ética, asumir su profesión.
Hoy por hoy, de acuerdo con el libro de Víctor Roura, se sabe que la prensa se rige más que por una posible ética, por una apresurada agenda irrefutable de ritos y costumbres, prejuicios y tabúes, autocensura y automatismo, pues hay imposiciones rebatibles que no merecen ninguna discusión en la práctica. Para que los periodistas posean una ética, sostiene el editor cultural de El Financiero, no bastan una ley, ni una regulación, ni un cannon irrefutable. Con promover un en cada periódico o empresa de radio y televisión código bastaría, dice, ya que intentar su “globalización” sería motivo de discusiones interminables. Pero aún cuando en cualquier redacción pueda circular un código, advierte Roura, eso no impide que los periodistas reciban ocasionalmente un embute.
El autor del texto cita, en este sentido a Omar Raúl Martínez, que identifica cinco razones por las cuales se incurre en conductas alejadas de toda integridad, responsabilidad y profesionalismo: 1) La corrupción, que es promovida por sectores del gobierno y aceptada por los propios periodistas; 2) Conflictos de interés, que se dan cuando el informador o el medio están vinculados a alguna parte de la noticia; 3) La espectacularización de la noticia, hecho que ocurre cuando por buscar el más alto rating los medios sobredramatizan, simplifican, descontextualizan y desnaturalizan en sentido real y el impacto de la noticia; 4) La falta de acceso real a la información de órganos del Estado. Esta circunstancia obliga a los periodistas a recurrir al engaño para obtener información; 5) La incompetencia o ausencia de profesionalismo de los periodistas, que se hace patente en la recurrencia de errores por no corroborar hechos o contrastar fuentes, con lo que se generan desmentidos.
En su texto, Roura aborda también los primeros vestigios de la escritura, que datan del año 5000 a.C.; del espantable terremoto en Guatemala, cuyo reportaje lo hizo el escribano Juan Rodríguez, que saliera de la imprenta de Juan Pablos y que a la postre se convirtiera en la piedra fundacional de la prensa en México. Habla además de Cristóbal Colón como el primer reportero de América; de la nota de denuncia hecha por todos esos “reporteros” desesperados que describieron para sí, con horror, el arribo de los españoles a las costas mexicanas, y reproduce inclusive una cronología brevísima de la prensa en México elaborada por Humberto Musacchio, donde nos indica que antes del periodista, primero deambuló por estas calles coloniales, alrededor de 1524, el pregonero de la Nueva España, que se encargaba de dar a conocer al pueblo las medidas tomadas por el Ayuntamiento para ser obedecidas.
Aborda, por supuesto, el ejercicio del periodismo cultural, sus antecedentes históricos, sus delimitaciones o fronteras, hasta llegar a los temas de actualidad que forman parte de la agenda nacional y de los propios medios de comunicación, entre ellos Las instituciones públicas y la corrupción, las noticias como rumor, y lo que se conoce como Nuevo Periodismo o Periodismo Moderno o del Siglo XXI, y la era de internet, incluidos los temas del secreto profesional de los periodistas; en busca de la definición exacta del concepto de “periodista”; el riesgo de un analfabetismo electrónico; los nuevos saberes de la información electrónica; la sociedad teledirigida, entre otros.
Incluye en su texto un apartado que intitula Monumentos de papel, para referirse al papel, valga la redundancia, que desempeñan los periódicos en la sociedad y cita al polaco Ryszard Kapuscinski, que afirma que. “El periodismo es una profesión apasionante, pero si sólo la mueve la emoción, está lejos de cumplir su cometido; si a ésta aúna el conocimiento, entonces el resultado puede ser realmente imporante”. El periodista, en consecuencia, es una persona que, viviendo, toma posición, tiene emociones: siente. Y sentir y tener emociones es tomar ya partido. “Un periodista debe ser un hombre abierto a otras razones y a otras culturas; tolerante y humanitario. No debería haber sitio en los medios para las personas que los utilizan para sembrar el odio y la hostilidad y oara hacer propaganda. El problema de nuestra profesión es más bien ético”.
Por supuesto no podía dejar de mencionar a Gabriel García Marquez, quien considera al periodista tradicional al que “lucha por la noticia de primera plana, el que grita y se desespera y se come las uñas porque nadie puede ganarle esa primicia. Justamente el buen periodista es el que va a contracorriente. El que se aleja con prudencia de las exclusivas, las competencias, las primicias, las notas de la primera plana”.
Ya en el tema del Nuevo Periodismo, comenta que Tom Wolfe (1931), junto con Truman Capote (1924-1984) y Norman Mailer (1923) es uno de los representantes primarios de este tipo de periodismo. Wolfe (quien escribió un tratado sobre este Nuevo Periodismo) señala que Seymour Krim le dijo que esa etiqueta la oyó por primera vez en 1965, cuando era jefe de redacción de la revista Nugget, y Peter Hamill le había llamado para encargarle un artículo precisamente intitulado “The new journalism” para que reseñara el trabajo de reporteros como James Breslin y Gay Talese.
Hoy, de acuerdo con el texto de Roura, la mayoría de analistas coincide que hay un equilibrio perfecto entre la narrativa de la novela y el lenguaje de los periódicos. Esa endeble cuerda floja entre la literatura y el diarismo, entonces, se tensa para poder sostener sólidamente un nuevo género que asocia sin dificultad ambas artes: el periodismo y la literatura son una y la misma cosa cuando se prioriza el respeto a la escritura” (Phillip Roth, 1961). Para Gay Talese, el Nuevo Periodismo permite, demanda, de hecho, un enfoque más imaginativo del reportaje, mientras que para Hollowell, la voz del nuevo periodismo es francamente subjetiva. Por cierto, Roura cita aquí a Carlos Monsiváis, que dice. “Mi reino por un estilo establece, primordialmente, la muerte de la objetividad, elemento que es prácticamente imposible desde el quehacer del nuevo periodismo”.
Por su parte, Michael L. Johnson, distingue el nuevo periodismo del periodismo especializado y observa tres grandes categorías del nuevo periodismo que surge en los sesenta: 1) prensa subterránea; 2) libros o ensayos escritos en estilo periodístico por gente que dentro o fuera del campo literario ha formulado una respuesta directa, valorativa y por lo común participante, empleando o inventando una voz periodística, y 3) los cambios en los medios de comunicación oficiales que incorporan nuevas y distintas maneras de relatar y comentar los sucesos que les interesan.
Víctor Roura, en búsqueda de la definición exacta del concepto “periodista”, se remite al décimoquinto libro de Ernesto Villanueva, titulado Derecho mexicano de la información, en el que refiere que: el primer problema que debe aclararse al hablar del ejercicio periodístico es el concepto de periodista, más aún porque en la legislación mexicana no existe una definición al respecto. Sin embargo, Villanueva admite que no hay una solución sencilla para definir ese concepto, ya que tampoco hay una definición unívoca con aceptación universal. En consecuencia, abunda, dado que es inexistente algún colegiado que norme el trabajo de la prensa, su posible instauración enfrenta tres obstáculos centrales:
a) En principio, conviene precisar si el periodismo es una profesión o un oficio. La contribución de esta actividad al aportar los elementos de información necesarios para hacer factible la participación ciudadana en los asuntos públicos, permitiría pensar que se trata de una profesión. Sin embargo, no es el caso de México, pues aquí no se requiere cumplir con ningún requisito académico específico para desempeñar la actividad de periodista.
b) No hay que perder de vista que la legislación mexicana no creó la figura del colegio profesional como requisito de inscripción obligada para los profesionales, incluso para las profesiones liberales clásicas, como sucede en otros países, razón por la que se antoja difícil que el periodismo (que erróneamente no se consideraba una profesión) constituya, con su peculiar estatus legal, una excepción a la tradición mexicana, y
c) También habría que tener en cuenta las impugnaciones para establecer una institución de esta naturaleza para el periodismo, con arreglo al derecho internacional.
Finalmente, no se pueden omitir los riesgos que conllevan las nuevas tendencias del periodismo moderno, como la información electrónica que se recibe a través de la red internáutica. Hubert Markl lo advierte así: “se puede poseer toda la información y, a pesar de ello, no entender nada”. En su ensayo De la sociedad de los medios a la sociedad del saber, alerta a los receptores sobre la capacidad de distinguir lo que importa, lo que tiene valor, lo que posee sentido y lo que transporta un significado, y actuar en consecuencia; lo fundamental, sostiene, es dejar en la sombra, apartar, ignorar lo que carece de valor; saber extraer de las arenas movedizas de la información las pepitas de oro de significado que, por su peso, se ocultan en el fluir indiferente de la vida. En síntesis, sugiere: hay que tomar de la red lo que verdaderamente nos sirva.
“Hablar de la ética en la cultura de la prensa podría resultar una redundancia, de no ser porque la realidad, el acto concreto, nos indica que, en efecto, en la misma práctica estas tres figuras a veces caminan por rutas demasiado separadas, distantes, aisladas unas de otras”.
En efecto: Cultura, Ética y Prensa son tres conceptos en los que se apoya el autor del presente texto para sumergirse en el mundo de la comunicación, desde el ámbito del periodismo cultural, con la idea de trazar una ruta del conocimiento que ayude a las nuevas generaciones de periodistas en México a comprender la teoría de estas nociones, desde el origen de la escritura, la cultura, los pensamientos éticos y la prensa, hasta lo que hoy se conoce como el Periodismo Moderno o del Siglo XXI, amenazados por el descubrimiento y auge de la red internáutica.
Roura divide en dos partes su obra: en la primera, según describe en la Introducción, hace un breve repaso de la historia de las ideas, los hallazgos, las conquistas y las exploraciones que han conducido a la comunicación de los hombres, mientras que en la segunda parte, mediante un diccionario con cerca de 250 entradas, aborda la práctica inmediata del periodista en su quehacer cotidiano.
El objetivo de este texto, según se puede percibir, es que el periodista actual esté dotado de toda la gama de conocimientos e investido de principios y valores que le permitan desarrollarse con independencia y se aleje de toda práctica de corrupción.
Comienza citando a dos grandes pensadores: Canek, quien, según Ermilo Abreu Gómez (1894-1971), afirmó: “nunca los hombres concilian sus opiniones”, y Fernando Savater (1947), quien dijo: “En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo en todo”.
Savater dice, efectivamente, que esta premisa fundamental de la ética angustia a una profesión como la periodística, y señala que aún cuando varios periodistas cubran un mismo evento, cada uno tiene una interpretación distinta de los acontecimientos. “Cada uno –puntualiza- tendrá su punto de vista, que se enriquecerá si el testigo es portador de una vasta cultura o se verá empobrecido si el informador acumula una serie de deficiencias educativas”. Esto, de acuerdo con Savater, refleja la importancia de que el periodista, hoy en día, esté dotado de todas las capacidades cognitivas y prácticas para el mejor desempeño de sus funciones ante la sociedad.
Roura hace también un repaso del pensamiento de los grandes clásicos, desde Aristóteles, Sócrates, Platón, Cicerón, Séneca, y hasta de los pensadores de la era cristiana como Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aguino, que escribieron diversos tratados sobre la ética, con el fin de hacer comprender que el periodista necesita estar dotado de buenas costumbres para poder imprimir un equilibrio a la hora de informar, puesto que, de acuerdo con Aristóteles, su carácter es la tendencia hacia lo que es justo medio en los afectos y en los actos. De acuerdo con esto, dice Roura, cada informador debe comportar una deontología (dean = obligación, deber, logía = conocimiento, estudio) periodística para así, con voluntad ética, asumir su profesión.
Hoy por hoy, de acuerdo con el libro de Víctor Roura, se sabe que la prensa se rige más que por una posible ética, por una apresurada agenda irrefutable de ritos y costumbres, prejuicios y tabúes, autocensura y automatismo, pues hay imposiciones rebatibles que no merecen ninguna discusión en la práctica. Para que los periodistas posean una ética, sostiene el editor cultural de El Financiero, no bastan una ley, ni una regulación, ni un cannon irrefutable. Con promover un en cada periódico o empresa de radio y televisión código bastaría, dice, ya que intentar su “globalización” sería motivo de discusiones interminables. Pero aún cuando en cualquier redacción pueda circular un código, advierte Roura, eso no impide que los periodistas reciban ocasionalmente un embute.
El autor del texto cita, en este sentido a Omar Raúl Martínez, que identifica cinco razones por las cuales se incurre en conductas alejadas de toda integridad, responsabilidad y profesionalismo: 1) La corrupción, que es promovida por sectores del gobierno y aceptada por los propios periodistas; 2) Conflictos de interés, que se dan cuando el informador o el medio están vinculados a alguna parte de la noticia; 3) La espectacularización de la noticia, hecho que ocurre cuando por buscar el más alto rating los medios sobredramatizan, simplifican, descontextualizan y desnaturalizan en sentido real y el impacto de la noticia; 4) La falta de acceso real a la información de órganos del Estado. Esta circunstancia obliga a los periodistas a recurrir al engaño para obtener información; 5) La incompetencia o ausencia de profesionalismo de los periodistas, que se hace patente en la recurrencia de errores por no corroborar hechos o contrastar fuentes, con lo que se generan desmentidos.
En su texto, Roura aborda también los primeros vestigios de la escritura, que datan del año 5000 a.C.; del espantable terremoto en Guatemala, cuyo reportaje lo hizo el escribano Juan Rodríguez, que saliera de la imprenta de Juan Pablos y que a la postre se convirtiera en la piedra fundacional de la prensa en México. Habla además de Cristóbal Colón como el primer reportero de América; de la nota de denuncia hecha por todos esos “reporteros” desesperados que describieron para sí, con horror, el arribo de los españoles a las costas mexicanas, y reproduce inclusive una cronología brevísima de la prensa en México elaborada por Humberto Musacchio, donde nos indica que antes del periodista, primero deambuló por estas calles coloniales, alrededor de 1524, el pregonero de la Nueva España, que se encargaba de dar a conocer al pueblo las medidas tomadas por el Ayuntamiento para ser obedecidas.
Aborda, por supuesto, el ejercicio del periodismo cultural, sus antecedentes históricos, sus delimitaciones o fronteras, hasta llegar a los temas de actualidad que forman parte de la agenda nacional y de los propios medios de comunicación, entre ellos Las instituciones públicas y la corrupción, las noticias como rumor, y lo que se conoce como Nuevo Periodismo o Periodismo Moderno o del Siglo XXI, y la era de internet, incluidos los temas del secreto profesional de los periodistas; en busca de la definición exacta del concepto de “periodista”; el riesgo de un analfabetismo electrónico; los nuevos saberes de la información electrónica; la sociedad teledirigida, entre otros.
Incluye en su texto un apartado que intitula Monumentos de papel, para referirse al papel, valga la redundancia, que desempeñan los periódicos en la sociedad y cita al polaco Ryszard Kapuscinski, que afirma que. “El periodismo es una profesión apasionante, pero si sólo la mueve la emoción, está lejos de cumplir su cometido; si a ésta aúna el conocimiento, entonces el resultado puede ser realmente imporante”. El periodista, en consecuencia, es una persona que, viviendo, toma posición, tiene emociones: siente. Y sentir y tener emociones es tomar ya partido. “Un periodista debe ser un hombre abierto a otras razones y a otras culturas; tolerante y humanitario. No debería haber sitio en los medios para las personas que los utilizan para sembrar el odio y la hostilidad y oara hacer propaganda. El problema de nuestra profesión es más bien ético”.
Por supuesto no podía dejar de mencionar a Gabriel García Marquez, quien considera al periodista tradicional al que “lucha por la noticia de primera plana, el que grita y se desespera y se come las uñas porque nadie puede ganarle esa primicia. Justamente el buen periodista es el que va a contracorriente. El que se aleja con prudencia de las exclusivas, las competencias, las primicias, las notas de la primera plana”.
Ya en el tema del Nuevo Periodismo, comenta que Tom Wolfe (1931), junto con Truman Capote (1924-1984) y Norman Mailer (1923) es uno de los representantes primarios de este tipo de periodismo. Wolfe (quien escribió un tratado sobre este Nuevo Periodismo) señala que Seymour Krim le dijo que esa etiqueta la oyó por primera vez en 1965, cuando era jefe de redacción de la revista Nugget, y Peter Hamill le había llamado para encargarle un artículo precisamente intitulado “The new journalism” para que reseñara el trabajo de reporteros como James Breslin y Gay Talese.
Hoy, de acuerdo con el texto de Roura, la mayoría de analistas coincide que hay un equilibrio perfecto entre la narrativa de la novela y el lenguaje de los periódicos. Esa endeble cuerda floja entre la literatura y el diarismo, entonces, se tensa para poder sostener sólidamente un nuevo género que asocia sin dificultad ambas artes: el periodismo y la literatura son una y la misma cosa cuando se prioriza el respeto a la escritura” (Phillip Roth, 1961). Para Gay Talese, el Nuevo Periodismo permite, demanda, de hecho, un enfoque más imaginativo del reportaje, mientras que para Hollowell, la voz del nuevo periodismo es francamente subjetiva. Por cierto, Roura cita aquí a Carlos Monsiváis, que dice. “Mi reino por un estilo establece, primordialmente, la muerte de la objetividad, elemento que es prácticamente imposible desde el quehacer del nuevo periodismo”.
Por su parte, Michael L. Johnson, distingue el nuevo periodismo del periodismo especializado y observa tres grandes categorías del nuevo periodismo que surge en los sesenta: 1) prensa subterránea; 2) libros o ensayos escritos en estilo periodístico por gente que dentro o fuera del campo literario ha formulado una respuesta directa, valorativa y por lo común participante, empleando o inventando una voz periodística, y 3) los cambios en los medios de comunicación oficiales que incorporan nuevas y distintas maneras de relatar y comentar los sucesos que les interesan.
Víctor Roura, en búsqueda de la definición exacta del concepto “periodista”, se remite al décimoquinto libro de Ernesto Villanueva, titulado Derecho mexicano de la información, en el que refiere que: el primer problema que debe aclararse al hablar del ejercicio periodístico es el concepto de periodista, más aún porque en la legislación mexicana no existe una definición al respecto. Sin embargo, Villanueva admite que no hay una solución sencilla para definir ese concepto, ya que tampoco hay una definición unívoca con aceptación universal. En consecuencia, abunda, dado que es inexistente algún colegiado que norme el trabajo de la prensa, su posible instauración enfrenta tres obstáculos centrales:
a) En principio, conviene precisar si el periodismo es una profesión o un oficio. La contribución de esta actividad al aportar los elementos de información necesarios para hacer factible la participación ciudadana en los asuntos públicos, permitiría pensar que se trata de una profesión. Sin embargo, no es el caso de México, pues aquí no se requiere cumplir con ningún requisito académico específico para desempeñar la actividad de periodista.
b) No hay que perder de vista que la legislación mexicana no creó la figura del colegio profesional como requisito de inscripción obligada para los profesionales, incluso para las profesiones liberales clásicas, como sucede en otros países, razón por la que se antoja difícil que el periodismo (que erróneamente no se consideraba una profesión) constituya, con su peculiar estatus legal, una excepción a la tradición mexicana, y
c) También habría que tener en cuenta las impugnaciones para establecer una institución de esta naturaleza para el periodismo, con arreglo al derecho internacional.
Finalmente, no se pueden omitir los riesgos que conllevan las nuevas tendencias del periodismo moderno, como la información electrónica que se recibe a través de la red internáutica. Hubert Markl lo advierte así: “se puede poseer toda la información y, a pesar de ello, no entender nada”. En su ensayo De la sociedad de los medios a la sociedad del saber, alerta a los receptores sobre la capacidad de distinguir lo que importa, lo que tiene valor, lo que posee sentido y lo que transporta un significado, y actuar en consecuencia; lo fundamental, sostiene, es dejar en la sombra, apartar, ignorar lo que carece de valor; saber extraer de las arenas movedizas de la información las pepitas de oro de significado que, por su peso, se ocultan en el fluir indiferente de la vida. En síntesis, sugiere: hay que tomar de la red lo que verdaderamente nos sirva.
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