Se apanica el gobierno federal
Apenas le mostraron el músculo, y el gobierno federal se apanicó. Al menos ese sería el sentir generalizado en ámbito de la Administración Pública Federal. Porque todavía no terminaban de salir de la plancha del Zócalo capitalino los manifestantes y aliados del SME, cuando ya la Secretaría de Gobernación anunciaba la instalación de una mesa de diálogo -lo que confirmaría cerca de las diez de la noche, en un boletín- para discutir el decreto de extinción de LyFC y las posibilidades de reintegración laboral y productiva de los trabajadores electricistas en liquidación. Fue una mala señal, interpretan hoy algunos analistas, entre ellos Sergio Sarmiento, en Reforma, porque, a estas alturas, dar marcha atrás a una decisión histórica, “sería equivalente a renunciar a la Presidencia”; y con el ingrediente de que el “mediador” en esa mesa de diálogo será nada menos que Marcelo Ebrard. Pero vayamos por partes. Según lo que publica hoy la prensa, mientras el gobierno capitalino calculó en 150 mil los asistentes a la marcha (Reforma), y el SME de Martín Esparza aseguró que se congregaron más de 300 mil (Milenio, Crónica, Excélsior, etc.), los reportes de noticieros radiofónicos (Radio Fórmula, Formato 21, etc.), coincidieron en describir que, al menos en el contingente del SME no había más de 400 trabajadores electricistas. Salieron a marchar, entonces, los de siempre: panchosvillas, atencos, panteras, acarreados por el GDF, bejaranos, máistros, adelitas y appos de Oaxaca. También telefonistas, cegeacheros, lopitos, ancianos, madres solteras y discapacitados “becados”, duros del PT y de Convergencia. Además de todos los participantes de las manifestaciones capitalinas: Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas y Gerardo Fernández Noroña, las huestes de René Bejarano, perredistas y petistas, los acarreados de los gobiernos delegacionales, los mineros leales a Napoleón Gómez Urrutia, los escuadrones de Francisco Hernández Juárez, los agremiados del STUNAM, los profesores y estudiantes radicales de la UNAM y los grupos que viven de las dádivas del GDF. Y uno se pregunta: Si son más de 40 mil los agremiados del SME, ¿qué representatividad tiene entonces Esparza, si nada más reunió a unos 400 sindicalizados? Se infiere, con esto, que la mayoría de los ex trabajadores de LyFC estaría más ocupada en ver cómo recogen sus cheques de liquidación, que en involucrarse más en movilizaciones. Preocupa, sin embargo, la instalación, hoy, de la mesa de diálogo en Gobernación, no porque no estemos de acuerdo con ello (el diálogo es la mejor forma de resolver las confrontaciones), sino porque pudiera verse en la opinión pública nacional como una señal de debilidad y retroceso en la decisión del gobierno federal de liquidar LyFC. Y porque, aunque Fernando Gómez Mont ya aclaró que la mesa es únicamente para tratar el asunto de la reinserción laboral, es claro que el SME no busca eso. Quiere la derogación del decreto, que salga la Policía Federal de la empresa, la reintegración de todos los trabajadores, y que el GDF participe en las negociaciones. Y por lo que se ve, este punto ya lo ganó Martín Esparza, desde el momento en que Gobernación aceptó sentar a la mesa a un representante de Marcelo Ebrard. Por eso preocupa a los sectores que dieron su pleno respaldo a la decisión presidencial, porque la mesa de diálogo se mira más como un signo de debilidad. Porque, como plantea Bajo Reserva en El Universal: ¿qué van a negociar? ¿Hay algo negociable? El SME sólo aceptará que le devuelvan LyFC; no van por liquidaciones más altas. Por eso, volviendo a lo que dice hoy Sergio Sarmiento, en su columna Jaque Mate de Reforma, “el presidente Calderón no puede echarse para atrás por una marcha, sin importar cuán numerosa sea. Cancelar la liquidación de Luz y Fuerza sería equivalente a renunciar a la Presidencia”.
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